El director dice que al igual que Cuarón con su filme, esta película es su forma de dar tributo al lugar que lo vio crecer
Cannes.— La seguridad en torno a Quentin Tarantino y sus estrellas ha sido una de las cosas más comentadas en el Festival de Cannes. Y es que allá por donde pasan los protagonistas de Once upon a time in Hollywood se hacen olas.
EL UNIVERSAL tuvo oportunidad de platicar con el director de culto y para lograr llegar a la entrevista con él hubo que pasar varias pruebas, la más curiosa fue la de acceder a que la cámara del celular fuera tapada con una cinta adhesiva para evitar cualquier fuga de imágenes espontáneas no autorizadas por los publicistas del filme.
Todo valió la pena cuando el cineasta apareció en la habitación del Hotel Carlton acompañado de una sonriente Margot Robbie, cuyo collar de varias vueltas de perlas, oro y plata de Chanel acompañaba el look desenfadado de la actriz.
Quentin, todo de negro como acostumbra, además de hablar de las particularidades de su filme —para el cual dijo no haber pedido ningún tipo de permiso a Roman Polanski ni haber hablado antes con él—, aseguró que para él, Once upon a time in Hollywood es como lo que ROMA fue para su director, Alfonso Cuarón.
“Muchas personas me han preguntado si siento nostalgia de esos tiempos en Hollywood pero creo que es algo complicado de explicar porque la nostalgia suele venir por algo que has vivido y yo no fui parte de todo eso porque para tener nostalgia por esa época debería haber experimentado de lleno esos momentos y este filme se sitúa en 1969, cuando yo sólo tenía seis años y vivía en Los Ángeles, así que para mí esto es más una pieza de mi memoria así como ROMA lo fue para Alfonso Cuarón”, explicó.
El cineasta dijo que para él lo más importante de este filme, además de contar una historia, fue el ejercicio de recordar cómo eran las cosas en ese entonces, algo que le requirió hacer un proceso muy similar al que hizo el director mexicano con su multipremiada cinta.
“Necesité volver a pensar y recordar cómo mis ojos de niño memorizaban esos acontecimientos, cómo era la parada del autobús, lo que veíamos en televisión, la música que escuchábamos. No tenía hermanas pero estaba rodeado de jóvenes hippies porque mis babysitters eran las hijas de las amigas del trabajo de mi mamá y todas ellas eran muy radicales, se vestían exactamente como las chicas de la película y cuando mi mamá se iba ellas se ponían a fumar marihuana en el sillón y yo nunca las acusaba”, recordó entre carcajadas uno de los directores más jóvenes en recibir una Palma de Oro por Pulp fiction, cuando tenía 31 años.
De su memoria también tomó muchos personajes. “Hay un momento en particular de la cinta que tomé de mis recuerdos y es que había una chica que me recogía siempre del autobús de la escuela. Y un día, al pasar por mí, íbamos caminando hacia la casa y nos detuvimos un momento a platicar cuando se acercó un policía en coche que pasó muy lentamente y le dijo: ‘hola’. Tan pronto como el coche avanzó y empezó a alejarse le gritó muy fuerte: ‘jódete, maldito cerdo’. Me quedé alucinado porque sólo tenía seis años y pensaba que un policía debería de ser respetado”, contó divertido el cineasta, que opta de nuevo al máximo galardón en el festival que lo encumbró y vio nacer.