Venecia.— «La caja» es una película que nos pone en los zapatos de Hatzín, un adolescente de la Ciudad de México que viaja al norte del país para recoger los restos de su padre, encontrados en una fosa común. Pero esa caja de huesos que le es entregada con frialdad no lo convence. Hay algo que no ha podido encontrar y que lo lleva a aferrarse a un hombre, Mario, reclutador de trabajadores para maquiladoras que se convierte en figura paterna.
En «La caja», el director Lorenzo Vigas explora la importancia de la ausencia pero también la semilla de la violencia. Y es que a Vigas, la ausencia de la figura paterna en las sociedades latinoamericanas es un tema que le apasiona.
“Tanto en México como en el resto de Latinoamérica, existe una innumerable cantidad de familias fracturadas en las que la ausencia del padre es algo común y parte de la rutina diaria. Muchos jóvenes crecen y se forjan con sus ausencias”, expone el cineasta.
“Lo que somos como continente está directamente relacionado con esta realidad. No es casual que en Latinoamérica, fenómenos como el peronismo o el chavismo hayan dejado una huella política y humana tan grande, pues es la figura de los líderes que han llegado a llenar, desde un punto de vista sicológico, ese vacío, esa necesidad, ese padre que nunca estuvo presente en casa y que se intenta compensar de forma desesperada”, explicó el director.
«La caja» cierra la trilogía que Vigas desarrolló acerca de la figura del padre latinoamericano, que comenzó con el cortometraje «Los elefantes nunca olvidan» y continuó con su multi premiada ópera prima, «Desde allá» (León de Oro en 2015).
Con sus dos personajes principales, Mario, el reclutador, y Hatzín, el niño que lo sigue, Vigas explora muchas otras problemáticas, como la de la esclavitud laboral que genera clasismo y violencia.
“Creo que Mario es sólo un pequeño engranaje de un sistema que es más grande que los personajes. Él es un hombre que simplemente está intentando encajar en su realidad y que hace muchas cosas reprochables, pero que es sólo una pequeña parte de una maquinaria enorme”, dijo Vigas.
Acerca del peligro de esa necesidad de reemplazar las figuras que faltan en casa y que, según la teoría de Lorenzo, es la que lleva a empatizar con los caudillos, el cineasta enfatizó:
“El amor ciego siempre nos puede llevar a lugares peligrosos. Hay que entender a quién amamos y porqué. Hay mucha gente que está dispuesta a dar su vida por personajes que han sido terribles para la historia de Latinoamérica”.
Según Lorenzo, en Latinoamérica siempre tenemos muy presente la figura de la madre, pero a veces es más importante lo que no está.
“La caja también es una película sobre cómo un niño que apenas está encontrando su masculinidad se topa con una figura que considera idílica, cómo comienza a imitarla y lo que eso le lleva a hacer”.
2 PREMIOS INTERNACIONALES ganó con «Desde allá», su cinta anterior: Berlín y San Sebastián.
La apuesta
En todo el proceso de creación del filme hubo varios retos. Uno de ellos fue encontrar al niño protagonista, Hatzín Navarrete, quien llegó en el último momento, cuando Vigas, tras ver cientos de chicos en escuelas de la Ciudad de México, tenía dos opciones con las que no estaba convencido.
Hasta que llegó el video de este adolescente de 13 años que vivía en Netzahualcóyotl y que lo cautivó y se llevó de último momento a Chihuahua, confiando en que soportara ponerse frente a una cámara.
“Estábamos muy nerviosos pero el primer día de rodaje nos dimos cuenta de que algo especial ocurría cuando Hatzín actuaba. Él y Hernán Mendoza (el actor que interpreta a Mario) lograron llevar en sus hombros todo el peso de la película”, enfatizó el cineasta, quien pidió a Mendoza que subiera 50 kilos para su papel.
Filmar en Chihuahua fue otro logro, pues hay cárteles del crimen que controlan diferentes poblados. Para rodar en las más de nueve localidades, la producción tuvo que negociar y convencer a cada uno de esos cárteles de que no los afectarían.
Meter las cámaras a una maquiladora fue el triunfo no esperado. Tras uno año de negociar con las fábricas, cuando el director estaba a punto de tirar la toalla, una, que estaba a punto de quebrar, dijo a Vigas que sí. De hecho, los trabajadores de la maquiladora que se ven en la cinta son reales.
“Esto es algo completamente nuevo para mí. Ha sido una buena experiencia, un gran cambio positivo en mi vida” Hatzín Navarrete, actor