Amores perros celebra su 25 aniversario en Cannes.


Cannes, 20 de mayo de 2025. La cita de El Universal con Alejandro G. Iñárritu y Gael García no pudo ser en mejor lugar que en el Hotel Mondrian en Cannes. Hace veinticinco años, cuando ambos llegaron a la Riviera francesa a presentar Amores perros en la Semana de la Crítica, en ese mismo enclave estaba El Gran Hotel y era mucho más sencillo, más de andar por casa, como recordaban ambas estrellas mientras terminaban de desayunar en el restaurante cuyos grandes ventanales dan a la terraza que lo único que conserva igual son los jardines frente al mar. “Justo reíamos porque le decía a Gael que cuando llegué pensé, ‘este sitio me recuerda… tiene que ser…’ y efectivamente, ¡es el hotel en el que nos hospedamos en el 2000, cuando presentamos la película!”, comentó el director aún fascinado con la numerología que en aquel entonces rodeó al filme. Y es que el 13, según compartieron los dos, les dio buena suerte aquellos días. Fue en el piso trece en el que se hospedaron, fue a las trece horas cuando se presentó la película, entre otras coincidencias.

El 13 es la cifra de la transformación y de la renovación. Nada más acertado para definir el fenómeno que estos cineastas estaban a punto de ver nacer y que no trajo sólo un cambio en sus vidas sino también en el cine mexicano que a partir de ahí despegó en el circuito internacional y cambió a la industria por completo. Pero lo mejor, reflexionaron, es que lo vivieron con total inocencia, libres de expectativa, “no teníamos esa ambición de hacer algo que triunfara, no. Creo que sí sentíamos, en mi punto de vista, que estábamos creando algo profundamente intenso, eléctrico, con mucho corazón y honestidad. Siempre puede ser un gran desastre, pero es como el primer amor. Es una lógica incongruente. Todo está vivo, todo es nuevo y no hay nada que perder. Y eso es muy bonito, porque todo fue un regalo”, recordó el oscarizado realizador a quién hoy le hacen sentido las palabras que le dijo el gran Bernardo Bertolucci (Last Tango in París) en el Certámen en el que empezó todo, “cuando venimos él era el Presidente de la Semana de la Crítica y nos invitó a comer a los siete directores que competíamos el mismo día en que presentamos Amores perros. Yo me había pasado toda la mañana en la Sala (Miramar) fumando una cajetilla de cigarros de los nervios.

Tres minutos antes de que comenzara la proyección no había nadie y de pronto se llenó como al 80%. Cuando terminó pensé, ‘bueno, ya llegamos hasta aquí, estuvo poca madre, pero pues ya se terminó’, porque yo seguía pensando que sería mi única película mientras caminaba hacia la comida a la que llegué tarde. Ahí Bertolucci, que estaba vestido muy elegante y con un Martini en la mano, me preguntó, ‘¿cómo te fue?’, a lo que yo le respondí, ‘puf, es horripilante presentar una película’. Además había sido como humillante que la gente se había salido (luego él y Guillermo Arriaga descubrieron que eran productores internacionales que corrieron a comprar la cinta) y le comenté, ‘qué chingón ser Bertolucci y ya no tener ese problema’, a lo que él me respondió, ‘Alejandro, te tengo una mala noticia. Después de la primera película todo se pone aún peor’. En aquel entonces, en el 2000, él estaba en Cannes Classics presentando el filme 1900 que había hecho en 1975. Y yo pensé, ‘¿cómo alguien puede ver una película 25 años después? Con el tiempo me he dado cuenta de la razón que tenía”, evocó. 

Viéndolo con perspectiva histórica hay elementos que ayudan a entender el ambiente creativo en el que este fenómeno pudo nacer, “socialmente estábamos estrenando la libertad de expresión en México, ¿no? Había mucha esperanza”, apuntó Gael haciendo referencia a que Amores perros se estrenó cuando el PAN llegó al poder por primera vez, a lo que Alejandro agregó, “¡claro! Porque más allá de la llegada del PAN como tal era la sensación de que por fin había caído el PRI. La película se estrenó en verano, cuando el nuevo gobierno estaba por entrar así que cuando Amores perros llegó había como una euforia, existía algo en el ambiente”, expresó. “No sólo era en México sino en Latinoamérica, se sentía esa alegría de pensar que por fin éramos ciudadanos. Algo muy progresivo, muy loco. Como que estaban muchas cosas en juego todo el tiempo y era una etapa emocionante”, complementó Gael. 

Como todo visionario, para Alejandro lo más importante de celebrar el pasado es catapultarlo al presente y seguir evolucionándolo. Para él, estos 25 años llegan con la oportunidad de seguir renovando la experiencia de Amores perros y por ello enfatizó, “algo que es muy importante para mí, además de honrar el pasado de esta película, es que cuando la filmamos teníamos un millón de pies rodados. La película dura 2 horas y 34 minutos (16,500 pies) pero los otros 985,000 se guardaron en la UNAM. Y en 2019, cuando íbamos a cumplir 20 años quise hacer algo y empecé a explorar el material. Pero vino la pandemia. Ahora llevo seis años extrayendo material y voy a hacer una instalación que estará en la Fundación Prada en Milán (Septiembre 18, 2025 – Febrero 26, 2026), en LagoAlgo en Ciudad de México (Octubre 5, 2025 – Enero 3, 2026) y en Los Ángeles (lugar y fechas por confirmar). Serán muchos proyectores de 35mm en un cuarto oscuro con la pura luminosidad. Va a ser una provocación a la memoria de la gente, como a un amigo íntimo que no conoces y dices, ‘ésto lo he visto’. Ese material es como la placenta que se dejó afuera. Y aunque el niño creció, esa placenta puede seguir dando vida. Es lo que exploramos y es muy interesante lo que va a vivir la gente. A la vez, se va a hacer un relanzamiento cinematográfico en septiembre y octubre de la película en Latinoamérica y en el mundo. Las personas podrán volver a verla en las salas”, contó entusiasmado. En adición, se hará un libro, “una edición preciosa y global con MACK books”, finalizó. 

La proyección nocturna de Amores perros en la Sala Agnès Varda del Festival de Cannes se llenó de aplausos y lágrimas. Las más emotivas cuando Gael, con un nudo en la garganta, confesó que se había prometido a sí mismo no llorar al principio de la función, pero le ganó el corazón, “gracias Alejandro, ¡me cambiaste la vida!”, le dijo al director al que abrazó con cariño. Alejandro, después de una sentida ovación tras los créditos finales, recordó a todos los que hicieron posible esta cinta que como aseguró el Delegado artístico del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, “ya se ha convertido en un clásico no sólo de México, ¡sino del mundo!”. Entre los que hicieron falta estuvo la mención a Guillermo Arriaga por parte de Iñárritu, “le agradezco este brutal guión” y también recordó a todos, “los que ya no están con nosotros y en quienes pensé durante toda la proyección como Lynn Fainchtein, Emilio Echevarría y José María Riba…”, entre otros. 

La versión que se vio en Cannes fue una restauración de la película que hicieron Rodrigo Prieto y Alejandro con una nueva mezcla de sonido con Martín Hernández. “La idea es que las personas puedan verla tal y cómo se vio en el 2000”, dijo.  


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