La apelación de Harvey Weinsten ha sido aceptada y se reabrirá su juicio mientras que Alec Baldwin tendrá que volver a defender su inocencia por el asesinato involuntario en el set de Rust.
Hace unos días se hizo viral en las redes americanas un vídeo en el que Alec Baldwin estaba comprándose un café en Nueva York cuando una señora comenzó a grabarlo mientras le pedía que gritara que se libere a Palestina. El actor intentó caminar por la situación de puntillas y no hacer nada pese a que la petición se hacía de forma violenta e incluso en tono de burla. Ser grabado en un lugar público es inevitable y legal en Manhattan si no se trata de un menor, pero hacerlo con el único objetivo de increpar y ofender debería estar prohibido. Y es que, aunque la petición era válida, el tono y la forma en la que se hizo fueron reprobables. Una de las tantas frases que la persona que lo grabó le gritó al actor fue, “¿cómo es posible que no esté en la cárcel alguien que mató a una persona?”.
Baldwin lleva años intentando reponerse del descalabro emocional y profesional que supuso el accidente con el que en el set de la película Rust disparó un arma que no sabía que estaba cargada y mató a la directora de fotografía, Halyna Hutchins, de forma involuntaria. La justicia en su momento decidió absolverlo, pero en enero de este año se reabrió el juicio contra él. Sobra decir lo delicado de la situación y cómo el utilizar estos argumentos para hacerlo reaccionar en un momento cotidiano provocaron que el actor perdiera los estribos y terminara aventando el teléfono de quién lo agredía. Hay una diferencia abismal entre pedir y exigir. Entre preguntar e increpar.
¿Desde cuándo una figura pública tiene la obligación de hacer cualquier cosa que se le pida por la coerción de las redes sociales? El tema de la justicia se cuece aparte. Preocupa ver cómo se está ejerciendo en Estados Unidos por el efecto pirámide que tiene. Es bien sabido que cuando los más poderosos logran darle la vuelta, los que vienen detrás seguirán el ejemplo y así se va corrompiendo el sistema. Tal es el caso de Harvey Weinstein, el legendario productor de Hollywood que ha logrado apelar la sentencia que cumplía en la cárcel por delitos sexuales y a quién esta semana, en un polémico giro y por un solo voto más a favor, la corte de Nueva York decidió darle el sí a la reapertura de su caso y hacerle un nuevo juicio.
Esto significa que las víctimas tendrán que volver a estar en el foco de atención, demostrar lo que ya habían hecho y reabrir las heridas que, quizá, empezaban a sanar. En la misma tesitura está el caso de Donald Trump y la incógnita de qué pasará con las demandas que tiene en curso si llega de nuevo a la Presidencia. Aunque a veces la justicia falla lo que es indiscutible es que el dolor transforma y no pasa sin consecuencias. Alec Baldwin nunca será el mismo tras apretar el gatillo de un arma que lo convirtió en un asesino involuntario. Harvey Weinstein seguirá siendo un monstruo pese a lo que diga un nuevo dictamen y el posible triunfo de Donald Trump dejaría a esa potencia convertida en uno de los países del mundo con menos garantías y respetabilidad.