Artículo publicado en El Universal.
Tom Cruise es una rara avis en el mundo del entretenimiento pues al contrario de muchas estrellas de acción que con los años se resignan a quedar relegadas a roles secundarios Cruise no sólo se ha anotado una de las películas más exitosas de la era post pandémica sino que además, lo ha hecho sorprendiendo a todos con la energía y el porte de un protagonista de élite que desata suspiros entre todas las generaciones. Algo que ha rendido sus frutos es la férrea disciplina que ha tenido siempre. Como él mismo ha dicho en repetidas ocasiones, “soy el tipo de persona que cree en el todo o nada y cuando me intereso en algo me entrego absolutamente, al cien por ciento”. Este nivel de dedicación y pasión comenzó desde que se enamoró del cine y supo que ese era su camino. No se conformó con tener todos los atributos para ser un codiciado galán en Hollywood sino que quiso entender cómo funcionaba cada engranaje de una película para exprimir las posibilidades de cada historia hasta sus últimas consecuencias.
Él mismo contó en Cannes cómo es un autodidacta y que su verdadera escuela fueron los sets. Ahí absorbió todo desde que hizo su segundo filme, TAPS. “Me metía en cada departamento y preguntaba hasta el mínimo detalle. Tengo una curiosidad natural por el mundo, y sólo así entiendo el cine, como un trabajo en equipo”. Y es que Cruise nunca da nada por sentado y sigue siendo un convencido de que la preparación es la clave, “pero luego lo importante es que no se note, que parezca natural”. Viajar por el mundo ha sido otra de sus pasiones, pero siempre ha evitado hacerlo como turista, “me gusta permearme de lo que realmente hay en las diferentes culturas en las que filmo, procuro entender el entorno, mezclarme con él, ser parte de ello y por eso empujo mucho para rodar en diferentes países porque me interesa hacer películas que entiendan y reflejen a todas las audiencias”. Este afán viajero es lo que lo mantiene vigente y cosmopolita. Así como sus famosas escapadas a las salas de cine como uno más: “me pongo una gorra y unas gafas oscuras y voy como cualquiera a los teatros. De esa forma sé qué es lo que funciona y no y cómo se comporta la gente”. Pero este estudio meticuloso del público no dicta los trabajos que elige porque según afirmó, “nunca he hecho nada por dinero ni por los beneficios que se espera que una cinta obtenga. Porque si la película no funciona, entonces, te quedas sin nada”. Si algo busca Cruise es rodearse de personas como él, dispuestas a sudar hasta la mínima gota para conseguir los resultados que están buscando, “cuando yo trabajo, lo hago sin descanso, doy hasta el último respiro y por ello me rodeo de personas que tienen el mismo nivel de dedicación que yo”, afirmó del por qué sus equipos son otra pieza clave de su éxito.
Y, aunque ha hecho franquicias, dice que siempre tienen una nueva exigencia, “voy por el reto, por lo diferente”. Es bien conocida su adicción por la adrenalina y la aventura y que no deja que nadie lo doble, ni siquiera en las escenas más arriesgadas, “¿Que por qué lo hago? Porque es algo natural para mí. Nadie le preguntó nunca a Gene Kelly por qué bailaba. Pues lo mismo ocurre conmigo”, explicó el actor que entre las anécdotas que tiene está ese inolvidable primer vuelo desde el techo de su garage con una sábana que hacía de paracaídas. Sólo tenía cuatro años y desde entonces supo que el riego era parte de su ADN. “Quería hacer películas, quería volar aviones. Y cuando pensé en mi vida me di cuenta que quería tener aventuras. Siempre fui un niño haciendo locuras, escalando los árboles más altos, un soñador. Y así me mantengo”, contó Cruise cuyo amor por contar historias es el elixir de su eterna juventud.