Lo que la cancelación de los conciertos de Taylor Swift nos hace preguntarnos. 


Si los artistas deben utilizar su plataforma pública para fines políticos es debate añejo. Hay quienes han defendido a lo largo de sus carreras que el hacer arte no les obliga a expresar ninguna postura. Por otro lado, hay estrellas que entienden la fama como el altavoz que debe servirles para algo más que entretener a las masas. De sobra es conocido el cómo algunos incluso han terminado llevando el timón de sus países como Ronald Reagan (USA 1981-1989) o Volodymyr Zelenskyy que en 2019 dejó la comedia para ponerse al frente de Ucrania. Barbra Streisand, Bono, Jane Fonda, George Clooney, Di Caprio, son un puñado de figuras que se caracterizan por ser vocales con las causas que defienden. 

No hay nada nuevo en esta controversia. Lo que es interesante es cómo la percepción de la vulnerabilidad que pueden generar estas posturas no al famoso en cuestión, sino a sus seguidores, comienza a cambiar. Y es que a raíz de la cancelación por amenazas de ataque terrorista de los tres conciertos en Viena que daría Taylor Swift en el marco de su Eras Tour, se han desatado una serie de preguntas acerca de cómo puede poner en riesgo a sus fans una estrella al tener tanta fuerza. Revistas como Time o Forbes han analizado a fondo el cómo su figura es tan poderosa porque aunque se identifica como liberal y apoya a los demócratas es de las pocas voces capaces de hacer que los indecisos, e incluso los conservadores, la escuchen creando el único puente de comunicación entre una sociedad polarizada. 

Swift se ha convertido en la personalidad más influyente políticamente por encima de los niveles de popularidad de Trump y de Biden. Por lo mismo sus conciertos son un flanco perfecto para los atentados. La receta para el desastre la culmina la inmediatez de la información. Antes, la experiencia de un concierto se reservaba a los asistentes y a lo que las crónicas de ellos pudieran transmitir los medios. Ahora, antes de ir al evento ya se saben no sólo las canciones sino el orden en el que se interpretarán e incluso los guiños al público y mensajes que pueden ser interpretados de un lado u otro de la balanza según la fuente y la réplica que de ellos se hagan en las redes sociales. 

La misma herramienta que potencia la voz de las estrellas activistas es la que fortalece su amenaza, pues se ha comprobado que la mayoría de los jóvenes que adoptan posturas terroristas se forman en internet. Entre las investigaciones que se han dado a conocer en Viena, el cabecilla de 19 años de la banda que planeaba inmolarse junto a otros dos adolescentes en la entrada del estadio Ernst Happel,-que se calcula recibiría a 170 mil swifties- confesó que se había radicalizado en la red. Ahí consumía y difundía propaganda, además de instrucciones para construir bombas. ¿Cómo mantener la libertad de expresión de los artistas sin miedo a que esto afecte a sus seguidores? Más allá de los dispositivos de seguridad para evitar estas posibles tragedias nos urge recobrar la certeza de que disfrutar del arte no debería de ser un riesgo. Hoy no hay un mapa de cómo conseguirlo. Por ello la importancia de que sea un tema en la agenda de los famosos pero sobre todo, de la sociedad.