Es abrumadora la cantidad de veces que la realidad supera a la ficción. El coronavirus ha despertado esa sensación más que nunca.
Es abrumadora la cantidad de veces que la realidad supera a la ficción. El coronavirus ha despertado esa sensación más que nunca.
Cuántas veces vimos en una película futurista la amenaza de una pandemia y nos parecía una locura lejana. Y ya está aquí.
Imposible que al escribir estas líneas no me vengan a la mente otras historias como la de Children of men, dirigida por Alfonso Cuarón, en donde la humanidad empieza a ver desaparecer sus fronteras de forma abrumadora para los imperios y estos reaccionan enjaulando a los inmigrantes “ilegales” ¿Les suena? Cuando la vimos por primera vez en Venecia en 2006 era eso, una película de ciencia ficción.
Y hoy, de tanto que hemos escuchado estas historias de niños “ilegales” enjaulados por cruzar la frontera, han dejado de ser noticia.
Entrecomillo el término porque estoy de acuerdo en que ningún ser humano que pise otra tierra es ilegal.
En esta tesitura llega un filme a las pantallas que vuelve a estremecer la conciencia al ver lo bien que refleja la realidad.
Se trata de Waiting for the barbarians (Esperando a los bárbaros), basado en la novela homónima de J.M. Coetzee y dirigida por Ciro Guerra. Sí, el director colombiano al que también ha salpicado el #MeToo y cuyo estreno de esta cinta protagonizada por Johnny Depp y Robert Pattinson le llega en medio de la polémica y el desprestigio de ser catalogado como un presunto abusador sexual.
Recalco la presunción de este delito, pues aún no ha habido un juicio y hasta el momento todas las denuncias que acaban de salir a la luz hace escasas semanas se están investigando.
Independientemente a ello y en espera de que el peso de la justicia caiga en donde tenga que ser, la cinta merece la pena pues es una metáfora exacta de lo que ocurre en nuestras fronteras con Estados Unidos.
El filme habla del peligro de poner en la mente de las personas y de los ejércitos un enemigo imaginario, inexistente, que causa tanto temor y la gente se cree como real para acabar provocando las peores guerras, masacres y violencia pero que al mismo tiempo sirve para fortalecer al imperio que al medirse con ese enemigo que siente que controla se erija poderoso.
El año pasado, cuando esta cinta se estrenó en el Festival de Venecia, el propio Guerra me recalcó que esta historia, aunque se sitúe en otra época, es una historia de ahora y que el discurso xenófobo es siempre el mismo y responde a la idéntica y bárbara costumbre de sobrevivir de los imperios, de todos ellos.
Cuando Trump intenta culpar a los mexicanos de los contagios imparables de coronavirus en Texas hace este ejercicio, igual que Depp o Pattinson lo hacen al llegar a esa tierra que se sitúa precisamente en una frontera colonial imaginaria al borde del desierto y justo en el límite del imperio.
Y no son coincidencias, tampoco es que los escritores y directores sean videntes, sólo son personas que miran, indagan, escuchan, que vuelven a la Historia, sí, la Historia con H mayúscula que nos revela todo lo que fuimos y lo que, si no hemos aprendido la lección, volveremos a ser.