¿De cuánto nos estamos perdiendo por estar esperando el momento para encontrar la falla, la mala intención, el error en lo políticamente correcto?
Qué difícil se ha vuelto hoy en día navegar por las relaciones sociales sin que nadie se ofenda.
Y si crees que lo que pones en tus redes o comentas con espontaneidad a veces se ha malinterpretado pregúntenle a las celebrities qué tal les va, ya no con la cultura de la cancelación sino con cosas cotidianas, como dar una entrevista e intentar ser auténtico o natural.
Como no tengan bien pensado el discurso y eviten pisar cualquier tipo de callo seguro van a estar en problemas porque el decir lo que uno piensa o siente con honestidad, ya no se respeta. No, antes hay que tener muy claro qué susceptibilidades se pueden alborotar.
Paradójicamente, nos quejamos de que las estrellas cada vez más se conviertan en máquinas de repetir discursos asépticos. Hemos perdido el sentido de empatía y también el del humor y eso no sólo es grave, sino también aburrido.
En el Festival de Cine de Venecia, en entrevista con un conocido director latinoamericano, al decirle que yo era de México, me respondió que sabía que hoy en día no quedaba muy bien confesarlo pero que él había crecido con El Chavo del 8 y que aún le encantaba.
Sorprendida, le pregunté porqué no quedaba bien y me hizo caer en cuenta de que una serie de televisión que habla de un menor de edad que vive solo, en un barril, que sufre violencia física, verbal y psicológica no era una comedia que podría hacerse hoy en día.
¡Qué decir de los estereotipos clasistas y sexistas! Y así nos podríamos seguir con un hilo de cosas por cancelar, criticar y ofendernos.
Lo cierto es que a mí El Chavo no me dejó ninguna secuela dañina en mi forma de ver al mundo. Lo que recuerdo es que era el pretexto para sentarme con mi hermana y mis papás para pasar un buen rato.
Pero no sólo pasa con El Chavo, sino con todo.
Hace unas semanas, en una reunión del consejo de una organización con la que colaboro y que se dedica a crear obras de teatro infantil con el objetivo de ayudar a la comunidad en el Estado de Connecticut, los directores nos comunicaron la decisión de que la obra para el próximo año será Cenicienta.
En mi mente y en la de todos los presentes hubo dudas, ¿será correcto hacer Cenicienta, al estilo clásico, hoy en día? Después de un debate se decidió que sí.
“Hay que enseñar a los niños de hoy a que entiendan el contexto en el que las obras fueron creadas, fomentar las conversaciones en la mesa de cómo eran las cosas antes y cómo lo son ahora y enseñarlos a poder disfrutar de las creaciones sin cancelarlas sino entendiéndolas”, fue la conclusión.
¿De cuánto nos estamos perdiendo por estar esperando el momento para encontrar la falla, la mala intención, el error en lo políticamente correcto? ¡Cuánta falsedad creamos con ésto! ¿Y si nos volvemos a divertir?
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