El cineasta aborda el tema de la migración en «No one left behind», que presenta en Venecia como director, faceta que lo enorgullece. “No hay nada de lo que me avergüence”
Venecia.— Guillermo, antes que artista, es cazador, y si algo disfruta es perderse dentro la naturaleza y acechar a su presa con arco y flecha.
Otra peculiaridad es que lo hace siempre en la frontera de México con Estados Unidos, un lugar que conoce muy bien y cuyo pulso está en todas sus películas, incluyendo su nuevo filme, No one left behind, con el que explora la decepción y la complejidad de las deportaciones de mexicanos que nunca pensaron que perderían su residencia americana, como es el caso de los soldados que combaten con el ejército estadounidense en las guerras.
“Se les ofrece la residencia pero luego pueden ser deportados si cometen cualquier crimen menor, como saltarse un semáforo o beber en la calle”, explica en entrevista.
El artista también cuenta cómo ha visto transformarse a la frontera en las últimas décadas.
“Cuando en 1994 entró en vigor el TLC, ese año vi cómo mis amigos Lucio Melquiades y Pedro Estrada quebraron a pesar de tener la mejor cosecha de sorgo de su vida porque a partir de que entró el sorgo americano a precios infinitamente más baratos con lo que vendieron su cosecha no les alcanzó ni para comprar semilla”.
Arriaga relata que los hijos de Lucio se fueron al otro lado. Se metieron de burreros. Eso provocó un caldo de cultivo para dos fenómenos graves: migración y narcotráfico.
“Ciudades que eran lo más tranquilo del planeta y no había criminalidad de pronto se convirtieron en lugares calientes”, expresa el director para quien la corrupción y la impunidad que se vive en nuestro país es una vergüenza.
La extrema derecha. Para Arriaga, el miedo es la explicación del surgimiento de la extrema derecha en el mundo.
“Nadie se imaginó que las clases obreras tuvieran tanto miedo a lo diferente. Cuando el mundo se convierte en algo abstracto y tu sueldo se convierte en algo que depende del índice Nikkei en Japón y que ni siquiera entiendes, te aferras a lo concreto: Mi raza, mi pueblo, mi religión y mis amigos. A los demás no los quiero en mi vida.
“Lo que ha hecho a extrema derecha es alimentar esta identidad cultural de: yo soy contra ellos, en lugar de: yo soy con ellos. Hemos dejado de ver que la migración también nutre a la cultura, el deporte, la economía”, dice el cineasta en entrevista exclusiva.
Nada de qué arrepentirse. Las novelas de Arriaga han sido traducidas a decenas de idiomas y son conocidas en el mundo, sin embargo, lo que más le gusta es dirigir.
“Es la actividad que más disfruto. Yo me divierto como nadie cuando estoy en el set. Amo la colaboración. Cuando estás escribiendo no puedes voltear y decir: ‘no tengo idea qué hacer’ pero cuando diriges puedes decirle al actor o al fotógrafo, ‘no sé por dónde ir’ y siempre hay alguien que te ayuda. Tener a 100 personas en la misma dirección es emocionante y tú escoges con quién, dónde y qué temas hacer”.
El realizador dice sentirse orgulloso de todos sus trabajos.
“Puedes buscarme los esqueletos en el clóset y no vas a encontrar nada de lo cual me pueda avergonzar. Hay gente que hizo campañas publicitarias que le dan vergüenza porque eran medio chafas o películas que no querían realizar. Yo estoy tranquilo con la carrera que he hecho; si va a ser trascendente o no, eso no está en mis manos”.
A lo largo de los años ha tenido ofertas para mudarse al extranjero, pero se mantiene en México.
“Quiero que mis hijos crezcan en su cultura, cerca de sus abuelos y con identidad. Y tengo que decir que le está yendo increíble a mis hijos, creo que es la única pareja de mexicanos que dirigen juntos”.