Columna de opinión publicada en El Universal.
Alejandra Musi
Rabia, impotencia, desesperación. Eso es lo que se pudo ver en el rostro de Matthew McConaughey en su visita a la Casa Blanca para impulsar el control de las armas. “Puedes sentir el dolor, la negación, la culpa, los sueños rotos…”, dijo el actor texano acerca de lo que percibió en su ciudad natal que está en duelo desde los ataques a la escuela primaria en Uvalde que dejó un saldo de 21 víctimas.
Los tiroteos masivos en Estados Unidos están descontrolados. Pero los políticos siguen enfrascados en discusiones estériles que hacen imposible reformas urgentes como la verificación de antecedentes de los compradores de armas, la edad a la que es posible adquirirlas, entre otras inspecciones mínimas. “No podemos ser verdaderos líderes si sólo vivimos para la reelección”, apuntó Matthew reflejando lo que el americano promedio siente: que todo se queda estancado en un tema administrativo, de intereses partidarios que están muy lejos del verdadero deseo de los ciudadanos.
En una sociedad tan pragmática como la americana desconcierta que un menor de edad pueda comprar un rifle con más facilidad que una cerveza. Las personas están cansadas de vivir con ese miedo latente a que un día, al dejar a sus hijos en la escuela, ocurra una fatalidad. Cada cierto tiempo, a los padres que tenemos hijos en las instituciones públicas de este país, nos llega un mensaje en el que se nos avisa cuándo tendrán el “simulacro de aislamiento”. Así es como le llaman a la preparación para lo inexplicable. Es el día en que enseñan a los niños a esconderse debajo de sus escritorios o en los armarios y guardar silencio por si alguien “malo” entra por sorpresa.
Estas balaceras son la mayor vergüenza de esta sociedad, pero los que tienen el control del tema esquivan la mirada porque sirven a un bien mayor: el de la riqueza que genera la peligrosa industria que está detrás. Según el dato más reciente de The Firearm Industry Trade Association, en 2021, la venta de armas de fuego y municiones fue responsable de hasta $70,52 billones de la actividad económica total en el país.
Yo me sumo al llamado de McConaughey al preguntarle a quienes mueven los hilos de ese negocio, ¿hasta cuándo? Porque se necesita tener una visión mucho más grande que la que se tiene actualmente para lograr estar por arriba de los pretextos y las leyes arcaicas que los hacen atarse, convenientemente, a paradigmas que ya no funcionan y que ponen en peligro a sus habitantes.
Una vez lograron sentarse todos en una mesa y crear la Nación que con sus aciertos y errores se ha erigido fuerte y poderosa. Pero todos los imperios descuidados han caído. Y el declive de este dominio se acelera mientras no se logre encontrar dirigentes capaces de mirar hacia algo esencial: el bienestar social. Ojalá que el grito de McConaughey no se quede en anécdota como los cientos de condolencias a las víctimas. Esas que se sienten huecas y falsas cuando llega el nuevo horror, el circo mediático habitual, las peleas entre partidos y luego, el olvido.